Vosotros tenéis los relojes, nosotros tenemos el tiempo


“Vosotros tenéis los relojes, 
nosotros tenemos el tiempo” 

Una frase muy interesante cuya autoría no está clara y que resume, en pocas palabras, dos formas de relacionarse con la existencia: la que mide y calcula cada minuto, y la que habita el tiempo sin pelear contra él. Entre ambas se despliega un contraste que sigue vigente, quizá más que nunca. 


En muchas culturas más apegadas a la tierra —comunidades agrícolas, pueblos indígenas, familias que viven según las estaciones y no según las alarmas— el tiempo sigue teniendo otro significado. Allí, el amanecer y la caída de la tarde marcan el ritmo del trabajo; la lluvia decide el descanso; y la espera no es una pérdida, sino parte del proceso. Sus ritmos, más lentos pero más hondos, nos recuerdan que la vida humana no está diseñada para funcionar en modo urgente permanente.


En nuestras ciudades, es el reloj el que manda. El día parece troceado en fragmentos que debemos aprovechar, optimizar o justificar. No es extraño que, en esta lógica, la sensación de “no llegar” se convierta en un ruido de fondo permanente. 


Para nosotros el reloj no solo marca la hora: marca el ritmo de nuestras vidas. Es útil, sí, pero también puede volverse una frontera que nos separa de lo esencial. 


Lo curioso es que, aunque tengamos más herramientas para “ahorrar tiempo”, sentimos que cada vez tenemos menos. Una contradicción que nos revela algo incómodo: podemos poseer muchos relojes y tener, aun así, la impresión de que el tiempo se nos escapa entre los dedos. 


Todo esto nos señala que, mientras estamos distraídos en medir el tiempo con precisión, olvidamos vivir, que la vida se despliega en otro registro: el de la experiencia, el de los vínculos, el de los instantes que no salen en ninguna agenda. 




Colección: LA MATERIA QUE PIENSA (Neuriwoman)
Capítulo 8.11.- El tiempo natural 

Comentarios

  1. Hola, Emilia! Tu entrada genera un debate muy intenso, sobre el que podríamos estar opinando durante horas.
    No somos gestores del tiempo por mucha agenda que organicemos. Hemos perdido la experiencia de la serenidad, la calma y el reencuentro con nosotros mismos, necesarios para poder acoger al otro. De forma mayoritaria, la sociedad está crispada y corre de un lado a otro, sumergida en un elevado grado de estrés.
    Las consultas de los psicólogos están más demandadas que nunca.
    La filosofía tiene mucho que decir y aportar a la humanidad. Lamentablemente, la tenemos marginada y gran parte de lo que nos sucede es consecuencia de ello.
    Feliz miércoles. Bstes.

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  2. Buenos días, Emma. Muchas gracias por tu comentario. Coincido contigo en que el debate es amplio y complejo: hablamos de una sociedad que organiza el tiempo pero que, paradójicamente, ha perdido la vivencia real de la calma. Vivimos con una sensación de urgencia constante que nos aleja tanto de nosotros mismos como de los demás. No sorprende que la demanda de apoyo psicológico crezca, porque muchos buscan espacios donde recuperar perspectiva y serenidad.

    También comparto tu reflexión sobre la filosofía. La hemos relegado, cuando precisamente nació de la calma necesaria para observar, preguntar y pensar sin prisa. De ese tipo de mirada atenta surgieron después muchas de las ciencias con las que hoy intentamos comprender el mundo y entendernos a nosotros mismos. Cuando perdemos esa base, lo demás se resiente.

    Gracias por aportar esta mirada tan necesaria. Un abrazo

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